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sábado, 25 de junio de 2011

Espía de Dios - Juan Gómez Jurado


Roma, 2 de abril de 2005. Juan Pablo II acaba de morir y la inmensa familia católica le llora, mientras la capital italiana es literalmente tomada por fieles dispuestos a dar el último adiós a aquél a quien quieren ver «Santo súbito». Sin embargo, el dolor no puede detener la historia, menos aún en el Vaticano, donde los responsables de garantizar la sucesión no tienen tiempo para lamentarse: el cónclave del que saldrá el nombre del nuevo Sumo Pontífice ha de organizarse y la lucha se prevé encarnizada. Manera de hablar...
... ¿O no? Porque justo antes del inicio de la junta de cardenales, dos de los favoritos en las quinielas sucesorias, los liberales Enrico Portini y Emilio Robayra, aparecen asesinados. Desde luego, no es casualidad: sus muertes, salvajes, obedecen a un ritual tan idéntico y macabro como bien establecido que incluye la mutilación de miembros y mensajes claramente religiosos. La evidencia se impone: un asesino en serie anda suelto por las milenarias calles romanas.